Se levanta el viento; se despierta la vida. “¡Se alza el viento! ¡Intentemos vivir!” escribió Paul Valéry.
El viento golpea las ventanas de los cristales opacos de la cárcel. No se ve la vida cuando nos llama el viento. Se ven las imágenes de ojos ciegos que piensan y no miran. No sabemos abrir las ventanas, pero lo sabe el viento. Cuando se rompen los cristales, entra la vida con el rumor de la tormenta, o quizá la brisa dulce del amor. Una brisa tan suave que parecen de algodón las nubes que dan almas a los cuerpos, corazón a las armas, esperanza y belleza. O tormentas tan crueles que ladran los perros cuando pasa la caravana de la soledad, encima de las crestas áridas donde la arena llena de sangre las lágrimas.
Aromas de alegría o de tristeza con los barcos cargados de especias o dolores. De Caribe o África. Tantos perfumes, tantos seres humanos que no conocemos ni amamos. Nacen, mueren: una chispa o un brillo. El ultimo rayo de una estrella fugaz. Huellas que pronto una ola borrará. Tantas vidas desconocidas de quien hablan los vientos. Con las sonrisas de los niños, las certidumbres de los viejos. Los que aprenden; los que creen saber.
Aromas de los ángeles, paraíso perdido:”La tierra tembló, las rocas se resquebrajan” aunque “Palomas son tus ojos”. Palomas los amores humanos. Cuando te miro, miro el viento que te soporta, los alientos de la brisa que canta entre las ramas o las rompen ¡No caigas! ¡Palomas, golondrinas, ruiseñores no debéis caer! Estáis volando para siempre, en las eternidades de un tiempo que no existe. Sois la sal de la tierra, la sal de la vida.
Amor. Angustia. Mismas palabras por los que pasean, magníficos y humildes, boyantes y tristes, por los que lloran y los que ríen. Por los golpes recibidos, y por la ternura de una caricia.
Alisios divinos que nunca pararan, estaréis siempre. Estaréis para llevar hasta la luz el polvo de mi cuerpo y los amores de mi alma.
Vendrá un sueño sin pesadillas. La nada del pensamiento, un infinito de esperanzas. Y quedará el vuelo de las palomas. Quedaran tus ojos. Vendrá esta última respiración de la vida, este viento cargado de recuerdos.
Y no quiero llamarlo “muerte”. La muerte es para los que quedan. No abandonaré el mundo ¡es el que me abandonará! Por los que lleva la brisa amarga, es un nuevo paseo con palomas, golondrinas y ruiseñores, con vientos que vienen de todos los horizontes, cargados de todos los olores de la tierra. Olores del norte con recuerdos de riquezas olvidadas, olores del sur con los gritos de la pobreza, del oeste tan nuevo que ya parece decrépito, del oriente antiguo, tan antiguo que se pierden entre las piedras de los templos lo sagrado de los santuarios
¡No me dejes palomita! Quiero ver la pequeña ramita de olivo que me das en tu pico. Necesito la certidumbre de la vida: más allá de aquí, crecen los arboles, se llenan de sabores los frutos, cada día se alza el viento y cada día hay que saber vivir, hay que saber morir ¡Y no ahora! Sino por los siglos de los siglos.
Autor del articulo : Maria del Rosario S. y Patrick O.
Autor del articulo : Maria del Rosario S. y Patrick O.
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