Tal vez moriré en París o en España. No importa. Amo la tierra de Francia y amo la tierra de España. Pero los amo por lo que llevan y han llevado; no por sus muertos.
Cada muerte es un drama teatral: habrá ruido, música y luz. Rayos y truenos, lluvia para lavar mi cuerpo o tal vez bendecirlo. Será necesario invitar a Dios y a todos los Santos, al Diablo y a todos sus demonios. Tomaremos una última comida con vino de Mosela o de Valdepeñas.
Estaría bien acercarme al borde del mar. Y esa noche el mar se tornará en un color negro. Me quedaré despierta: valiente tal vez; cobarde sin duda. Un pájaro blanco o tal vez negro, saldrá de mi pobre cuerpo. Me dará un toque en el hombro y me dirá: “ Estás al final del viaje”. Y ciertamente lloraré. Lloraré los amores de antaño. Lloraré este amor del amor que es amor en sí mismo. El único que no es amor propio. Y entenderé que no voy a morir de amor sino que moriré para dar a esta sed de amor el único fin que merece y que exige: morir en un débil latido o en el deslizamiento de un ala.
Mi muerte es lo único que nadie puede hacer por mí. Una gran soledad, donde se encontrarán los “nunca más”, los “para siempre”, los agudos gritos de los niños que nacen, las magníficas y terribles lágrimas de los amores inconclusos, las alegrías efímeras que ocultan los sufrimientos. Vivir. Recibir de nuevo, en un estremecimiento, tus ojos en mis ojos. Vivir: dudar, temer, esperar, creer. Será necesario una fuerza para empujarme; necesario que el mar, negro bajo la lluvia, se abre para recibir mi carne sin alma. Entraré en estos abismos donde no esperaré sirenas, sino monstruos con cuerpos deformados. Me ahogaré en esta inmensa nada sin estrella.
Mis pasos permanecerán marcados en la arena, como lo han sido millones de otros, millones de personas que fueron la sal de la tierra; cada una de ellas fueron la sal de su propio mundo. Ahora no son más que granos de polvo que tiran a veces un último estallido; como si dijeran: “Ya, ves, fui”. Y algo de mí mismo, algo que tal vez sea negro o tal vez blanco comenzará un nuevo viaje. El viento se calmará. Se convertirá en un susurro, luego en silencio. El tiempo se detendrá. Será el séptimo día. El día del descanso.
“Nous troublons la vie par le souci de la mort. Je ne vis jamais un paysan de mes voisins réfléchir pour savoir dans quelle attitude et avec quelle assurance il passerait cette heure dernière. La Nature lui apprend à ne songer à la mort que lorsqu’il est en train de mourir. […] C’est une perfection absolue et pour ainsi dire divine que de savoir jouir de son être”.
Montaigne. Essais
Autor del articulo : Maria del Rosario S.
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