He leído hace poco las palabras “sombra entre las sombras” fuera de cualquier contexto. Me parece que es una referencia directa a la alegoría de la caverna de Platón, en su obra “La Republica”.
En esta alegoría, un grupo de prisioneros, encerrados y atados desde su nacimiento, no conoce otras cosas del mundo real, fuera de la cárcel, que las sombras de la gente que pasa arriba del techo. Estas sombras se proyectaban en un muro que los prisioneros veían. La gente pasaba cargada de objetos diversos o animales y las sombras parecían de formas diversas y extrañas. Entonces, para los prisioneros, el mundo era algo incompresible porque lo conocían solo con lo que muestran sus ojos.
Platón |
Esto es la primera lección de la alegoría. Lo que nos enseñan nuestros sentidos, solo es una sombra de la realidad. Hay que ir mucho más allá para conocer el mundo y sobre todo para conocer los seres humanos. Hay que salir de una cárcel que hemos construido nosotros mismos. Tenemos todos más complejidad de lo que parece. El amor, la amistad o simplemente el interés por los demás necesitan una percepción “extrasensorial”.
He leído esta semana una entrevista del escritor español Pérez-Reverte, que fue también corresponsal de guerra y ha visto hechos horribles.
Peez-Reverte |
Dice, entre otras cosas: “He visto a gente infame hacer cosas maravillosas y a amigos hacer canalladas. En Eritrea, durante los combates, me asignaron un soldado, Boldai, que me cuidaba cuando enfermé. Boldai atravesaba el fuego etíope para buscarme agua. Cuando su ejército tomó la ciudad, lo vi matar prisioneros y violar mujeres delante de mí. Sé como ellas gritan cuando las violan y como luego se resignan.Y ese tipo era mi amigo”.
Pienso que esta amistad no puede ser una excusa pero nos enseña algo de la diversidad que cada uno de nosotros puede tener en sí mismo y, en este caso, de manera extrema: un amigo pero un hombre monstruoso.
Un día, en la alegoría de la caverna, un prisionero escapó y descubrió la variedad y la complejidad del mundo real. Decidió volver a la caverna y contar a sus compañeros esta realidad. Ellos, no solo pensaron que estaba loco, sino también que podía ser peligroso con estas ideas tan raras y hicieron el proyecto de matarlo.
Es casi cierto que en el pensamiento de Platón ha influido el recuerdo de su maestro Sócrates quien siempre intentó enseñar la verdad, poner los demás frente sus contradicciones, con mucha humildad y paciencia. Pero la gente de Atenas lo condenó a muerte.
Esto es una segunda lección de la alegoría (pero hay muchas más en este texto): la comunicación directa, sobre lo que pensamos que sea la verdad, es muy difícil.
Me parece que hay dos motivos principales:
- El primer es que estamos encerrados, generalmente, en ideas que nos vienen de muy lejos, de la infancia o de experiencias demasiado parciales que generalizamos.
- El segundo es que hemos perdido parte de la confianza en las palabras de los demás. Hay tantas pasiones, tantos intereses materiales y tantas ambiciones en la sociedad que cada palabra puede ser, sino una trampa, a lo menos una maniobra.
Lo malo, en esta situación, es que es un proceso de reciprocidad. Pienso, diciendo eso, en una frase que conocen los alumnos cuando estudian Óptica:” Si veo tu ojo, tú ves el mío”. Es decir que la trayectoria de un rayo luminoso queda lo mismo si intercambiamos la posición del emisor y del receptor.
Es lo mismo en las relaciones humanas: si te veo como una sombra, es cierto que tú me ves también como una sombra.Soy una sombra entre las sombras, y también los demás.
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