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EUGENIA DE MONTIJO, UNA GRANADINA EMPERATRIZ DE LOS FRANCESES

« Tengo más de noventa y tres años y estoy cansada de este largo errar por un mundo que se vacía. Solo vislumbro sombras, y yo misma me estoy convirtiendo en una sombra más”.
Eso es lo que escribió Eugenia de Montijo, un año antes de su muerte, Emperatriz consorte de los franceses (consorte se usa en aposición a Rey, Reina, Príncipe o Princesa, Emperador o Emperatriz, para indicar que comparte el título por matrimonio, pero no las atribuciones del mismo), viuda del Emperador Napoleón III. Desempeñó la Regencia del Imperio en tres ocasiones: durante las campañas de Italia en 1859; durante una visita de su marido a Argelia en 1865 y en los últimos momentos del Segundo Imperio, en 1870. Era una mujer muy inteligente y educada y, además, excesivamente bella y llena de clase y elegancia. Su papel en la Historia de Francia fue importante, aunque no fue siempre exitoso.

La emperatriz Eugenia de los franceses, por Franz Xaver Winterhalter.
Salvo indicaciones contrarias, las palabras de Eugenia provienen del libro de Geneviève Chauvel : “Eugenia de Montijo”, ed. Planeta-DeAgostini, 2001


Nació en Granada, el 5 de mayo de 1826, en el numero 12 de la calle de Gracia. Aunque su estancia en Granada fue corta, volvería a su ciudad natal hasta en dos ocasiones (1877 y 1896). Hoy es una casa anónima, con solo una placa dispuesta en su fachada.

Casa de Eugenia,hoy

La familia de su padre era una ilustre familia que había ocupado lo más altos cargos en la corte de CarlosV. Eugenia escribió, hablando de su padre :




Su padre ha tenido un papel importante en su vida, aunque murió cuando Eugenia era jovencita. Era un hombre fiel a su país, España, pero quería mucho a Francia y ha inculcado a su dos hijas el culto de Napoleón I  y el amor del país de los “Droits de l’Homme et du Citoyen”. Nunca olvidara Eugenia las palabras que le ha dicho su padre :

“La única libertad es la del pensamiento. Forja tus ideas y síguelas. Así darás sentido a tu vida.”

Y cuenta también las dificultades de su madre para casarse con su padre porque era “hija de un pequeño comerciante enriquecido. De hecho su abuelo William Kirkpatrick había hecho fortuna comerciando con las frutas y el vino de Jerez”. Pero tenía también  títulos de nobleza, genealogías gloriosas. Descendía de una familia escocesa de rancio linaje que había recibido la “baronetcy” de Closeburn, y muchos de sus antepasados se habían unido a los de Robert Bruce, Rey de Escocia. Al final se casó con  el Conde de Telba y tuvieron dos hijas : Paca y Eugenia.


La madre de Eugenia


Debido a los problemas políticos del padre, la familia viajaba mucho, cambiaba de ciudad cuando cambiaba la situación política : Madrid (Carabanchel) , Toledo, Paris, etc.  Por fin se acabaron los tiempos de austeridad. Escribió  Eugenia :



Se casó su hermana Paca y Eugenia era buscando el gran amor de su vida.

En estos mismos tiempos, Carlos Luis Napoleón Bonaparte (1808 - 1873), sobrino del primer Napoleón y quizás hijo natural suyo. En su juventud tuvo una trayectoria como conspirador liberal, participando en los movimientos revolucionarios italianos de 1831; y desde que, en 1832, heredó la «jefatura» de la dinastía Bonaparte por la muerte del duque de Reichstadt, se dedicó a intentar la conquista del poder protagonizando sendos intentos frustrados de derrocar a Luis Felipe de Orléans, uno en Estrasburgo en 1836 y otro en Boulogne en 1840. Este último fracaso le costó la condena a cadena perpetua en el castillo de Ham, pero consiguió evadirse en 1846 y halló refugio en Inglaterra. De aquella época le quedó una mala salud que le acompañaría durante el resto de su vida (reumatismo y problemas renales), una aureola romántica de aventurero y luchador por las libertades, y un círculo de amigos incondicionales en los que se apoyaría durante su carrera política. La Revolución de 1848, que instauró en Francia la Segunda República, le permitió regresar al país y participar en la política activa. El restablecimiento del sufragio universal en un país predominantemente campesino le proporcionó un éxito electoral inmediato, beneficiándose de la memoria de su tío y de la asociación del nombre Bonaparte con una época de orden en libertad y de hegemonía continental de Francia. Fue así como se convirtió en primer -y único- presidente de la Segunda República en 1848, con un mensaje político ambiguo que proponía la síntesis entre los principios de la Revolución Francesa de 1789 y los deseos de orden y paz social que albergaba la Francia más conservadora: en su mensaje y en su acción de gobierno se mezclarían siempre el autoritarismo contra el «peligro» de la revolución social y un reformismo liberal de tendencia democrática  e incluso socialista.
Fuente 


Napoleón III

Un día de abril del año 1949, estaba Eugenia con su madre a Paris, y recibieron una invitación por una recepción presidencial en el Eliseo (Palacio de los Presidentes de la Republica) Eso fue la oportunidad que cambió radicalmente su vida.
Pero el casamiento no fue fácil. En el año 1952, el que había sido príncipe presidente pasaba a llamarse entonces Napoleón III, Emperador de los franceses.  El 12 de enero de 1954, escribió al a madre de Eugenia lo siguiente:






La boda religiosa tuvo lugar el 30  del mes de enero 1953. El 16 de marzo 1855, después de la pérdida de un primero hijo en 1853, Eugenia dio luz a su hijo Louis Napoleón, hijo único de Eugenia y Napoleón III y que, de hecho, debía ser Napoleón IV. 


Familia imperial

Pero este hijo tuvo un destino trágico. Durante la segunda guerra anglo-zulú, en una emboscada tendida por los zulúes, el 1 de junio de 1879, Luis (el hijo) cayó de su caballo mientras huía junto a su destacamento y murió abatido a lanzazos tras un breve combate con sus perseguidores. Tenía 23 años. Los zulúes despojaron su cadáver de todo excepto de unas medallas, pero por el valor demostrado en la lucha no desmembraron su cadáver, aunque sí lo abrieron en canal, práctica habitual para liberar el espíritu de los fallecidos. Su cuerpo fue recuperado el día siguiente.
Fuente https://es.wikipedia.org/wiki/Napole%C3%B3n_Eugenio_Luis_Bonaparte

Por desgracia quería, este día, utilizar la montura usada por su padre durante la batalla de Sedan. Esta montura era vieja y las correas se rompieron.


Luis (el hijo)


Muerte del hijo de Eugenia


Eugenia y la política del Segundo Imperio

Eugenia era una mujer muy educada, muy inteligente. Después del nacimiento de su hijo, el príncipe imperial, Eugenia decidió tomar parte activa en la política del Segundo Imperio. Ferviente católica, se opuso a la política de su marido en lo tocante a Italia, y defendió los poderes y prerrogativas del Papa en dicho país.

El Papa Pio IX

Pero la emperatriz Eugenia secundó unas desafortunadas intervenciones exteriores del imperio:


La derrotada Invasión francesa de México



La emperatriz veía en la intervención en México la posibilidad de instaurar un estado católico en Norteamérica, cortando el paso a los Estados Unidos protestantes y facilitando, por una especie de "efecto dominó", la aparición de otras monarquías conservadoras y católicas, regidas por príncipes europeos, en Centro-Sudamérica. Ella escribió:



Los seis mil hombres que Francia envió, comandados por el Conde Lorencez, comienzan la invasión del territorio mexicano partiendo hacia Orizaba, con rumbo hacia la ciudad de México, sostuvieron el 5 mayo de 1862 la batalla de Puebla, donde salieron derrotados. Poco después, Napoleón III envía a 30.000 solados, con el general Forey a la cabeza, con esto, poco a poco el ejército intervencionista comienza a ganar territorio en México. El gobierno de Juárez abandona la ciudad de México y comienza un peregrinar por varias ciudades del país, siendo Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez, la ciudad más representativa de este gobierno itinerante. Con Juárez y su gobierno fuera de la ciudad, las pretensiones del emperador francés Napoleón III de instaurar un gobierno monárquico en México comienzan a tomar forma. Se le ofrece la corona del segundo imperio mexicano a Maximiliano de Habsburgo y parecía que la segunda intervención de Francia en México iba por buen camino. Pero el fin de la guerra de Secesión en los Estados Unidos frenó las pretensiones imperialistas de Francia en América Latina, ya que los Estados Unidos exigió el retiro de las tropas francesas de México. Por su parte, Prusia en Europa comenzaba a hacer sentir su poder creciente a Francia. La ventura francesa iniciada en 1862 llegó a su fin con el retiro total de las tropas invasoras de México el 11 de marzo de 1867.
Fuente 


El triunfo del ejército liberal sobre los franceses significó la derrota del proyecto de nación enarbolado por los conservadores

El canal de Suez

Desde la época faraónica, aproximadamente en los siglos 20 y 19 antes de Cristo, existió el deseo de crear una conexión entre el Mar Mediterráneo y el Mar Rojo. Los Faraones fueron pioneros en obras de ingeniería tales como los intentos para la construcción de este canal. En 1798, Napoleón Bonaparte, quién estaba a cargo de la expedición Francesa a Egipto, pensó en unir los dos mares por medio de un canal navegable, el cual traería como consecuencia problemas en las actividades comerciales y mercantiles de los Ingleses. Los trabajos se iniciaron en 1799 al mando de Charles Le Pere; pero a causa de un error en los cálculos, se estimó que había una gran diferencia (de aproximadamente 9 metros) entre el nivel del Mar Mediterráneo y el del Mar Rojo, por lo que rápidamente se suspendieron los trabajos. Sin embargo, en 1833, un grupo de intelectuales franceses conocidos como los Saint–Simoniens llegaron al Cairo bastante interesados en el proyecto del Canal del Suez, a pesar de problemas tales como la diferencia en los niveles del mar. Desafortunadamente, en ese tiempo, Mohammed Ali tuvo muy poco interés en el proyecto y en 1835 los Saint–Simonies fueron víctimas de una epidemia que azotaba a Egipto y la mayoría de los 20 ingenieros regresó a Francia. Este grupo dejó tras él varios interesados, incluido Fernando de Lesseps, quién fue después vice–cónsul francés en Alejandría, y Linant de Bellefonds. El 25 de Abril de 1859 se iniciaron las excavaciones, las cuales duraron 10 años.  El 17 de noviembre de 1869, el Canal del Suez fue abierto a la navegación y las aguas del Mediterráneo se juntaron con las del Mar Rojo. La culminación de este canal fue causa de una considerable celebración. La emperatriz Eugenia  inauguró esta nueva ruta marítima el día de su apertura. Para la ocasión, se presentó por primera vez en el lugar, a orillas del Nilo, la célebre ópera de Verdi, Aida. En el puerto de Said, la celebración comenzó con juegos artificiales y a ella finalmente atendieron cerca de seis mil personas. Este acontecimiento contó con la presencia de representantes de estado, el Emperador de Austria, el Príncipe de Gales, el Príncipe de Prusia y  el Príncipe de Holanda.
Fuente

Construcción del Canal de Suez

Inauguracion del Canal de Suez


La guerra franco-prusiana

La guerra franco-prusiana fue un conflicto bélico que se libró entre el 19 de julio de 1870 al 10 de mayo de 1871 entre el Segundo Imperio francés y el Reino de Prusia, con el apoyo de la Confederación de Alemania del Norte y los reinos aliados de Baden, Baviera y Württemberg. El conflicto marcó el estallido de la tensión entre las dos potencias, que se acrecentó tras el fracaso del proyecto de Napoleón III de anexar Luxemburgo, un evento que causó el final de una relación relativamente equilibrada con la Prusia de Otto von Bismarck. El detonante final de la crisis fue la candidatura del Príncipe Leopoldo al trono de España, a propuesta del entonces presidente del Consejo de Ministros, el general Juan Prim. Aquello favorecía mucho a Prusia, que adquiría de tal modo una gran ventaja estratégica sobre Francia. Por tal motivo, Napoleón III, presionado por la opinión pública, maniobró para impedir que Leopoldo se sentara en el trono español, logrando que el padre de éste, Carlos Antonio de Hohenzollern-Sigmaringen, renunciara públicamente en nombre de su hijo. A pesar de dicha renuncia, el Estado francés consideró insuficiente las garantías verbales dadas por Carlos y ordenó desplazar un embajador a Bad Ems, donde se encontraba veraneando el Rey de Prusia Guillermo I, para lograr una renuncia pública por escrito de Leopoldo a esta candidatura. Este encuentro daría pie al famoso incidente del telegrama de Ems, que Napoleón III tomaría como pretexto para iniciar la guerra. Sucedía que el cada vez más desacreditado Segundo Imperio no desaprobaba la idea de lanzarse a una aventura bélica contra Prusia, considerando que las demandas de reformas políticas en el autocrático Segundo Imperio francés requerían ser enfrentadas con un evento que "uniera a la nación". Se daba el caso, además, de que la segunda intervención francesa en México había acabado en desastre tres años antes. Igualmente, Bismarck había logrado impedir que Austria aspirase a la hegemonía de los estados germánicos, gracias al rotundo triunfo prusiano en la Guerra de las Siete Semanas, pero ahora ansiaba unir bajo dominio prusiano a los estados del sur de Alemania que aún mantenían su independencia; en tal sentido, excitar el patrioterismo ante una supuesta "agresión francesa" parecía el remedio más sencillo con el cual Prusia podría asegurarse el rol de "Estado rector" en Alemania. No obstante, Bismarck quería que fuera Francia la que atacara primero para así no quedar como agresor y que aquello le facilitara las cosas.
De hecho esta guerra fue una debacle francesa y puso un punto final al Empero con el advenimiento de la tercera Republica. Todo acabó con la batalla de Sedan. MacMahon se retiró a la pequeña ciudad amurallada de Sedan. La urbe no podía alimentar a los 120.000 hombres de Napoleón. La única opción era abandonar la ciudad, pero los alemanes la habían rodeado y habían colocado su poderosa artillería. El 1 de septiembre, la única ruta de huida atravesaba La Moncelle, ocupada por las tropas francesas. Desgraciadamente los alemanes previeron la maniobra y desplazaron la artillería para bloquear la ruta. Los franceses lanzaron varios contraataques que fueron repelidos por los cañones enemigos (más de 400). La caballería francesa cargó tres veces a la desesperada. El valor del ejército francés no fue suficiente y la ruta quedó sellada. Los contraataques pararon por orden de Napoleón para evitar una inútil matanza de sus tropas. Dentro de la ciudad reinaba el caos, los soldados abandonaban sus fusiles e intentaban escapar. Finalmente, el día 2 de septiembre, Napoleón III (que estaba bastante enfermo) se rindió a los alemanes. Se desplazó e carruaje a rendirse personalmente al rey prusiano Guillermo I. Cuando esta noticia llegó a París, una revuelta popular derrocó al 2º Imperio y instauró la 3ª República. La Guerra Continuó hasta mayo de 1871.
Fuente

Batalla de SEdan

Rendición de Napoleón III

Así fue el punto final del reinado de la Emperatriz, pero no de Eugenia. Escribió : 




Y ella comentó :

" !Un Árabe,  un antiguo adversario que me escriba esto! ¡Menuda lección para los Franceses! "

Teniendo que llenar de algún modo el vacío de vivir sin objeto, compró en Farborough una residencia señorial que convertiría en museo de la dinastía napoleónica. En 1894 pasaba los inviernos en la Costa Azul. Cuando estalló la primera guerra mundial y llegó el invierno de 1914, Eugenia suspiraba por su rinconcito de sol, debiendo resignarse a las nieblas inglesas. Terminada la guerra, la casi centenaria, gravemente enferma y a punto de perder la vista, deseaba ir a España; deseaba que la examinara el célebre doctor Barraquer. A los pocos días se encontraba en Madrid, en el Palacio de Liria, preparada para oír la sentencia del doctor. La operación resultó un éxito. Leía el Quijote sin esfuerzo y escribió en el margen de una página de la inmortal novela: «¡Viva España!». Este grito brotado del corazón iba dirigido al médico español que acababa de sacarla de las tinieblas. La alegría de Eugenia fue inmensa, aunque duraría poco tiempo. Su imaginación era un volcán, pero su cuerpo se doblaba bajo el peso de un siglo de existencia.

La azarosa vida de esta mujer española que fue Emperatriz de Francia, su figura tan popular por la aureola romántica y legendaria que la envolviera siempre, las horas felices, cuando el Imperio estaba en el cenit; los días amargos del exilio, de la muerte del hijo; su temperamento apasionado y su entereza ejemplar la convirtieron en un mito. En el pueblo aún pervive su recuerdo cantado en coplas de gran belleza literaria: «Eugenia de Montijo,/ qué pena, pena,/ que te vayas de España/ para ser reina./ Por las lises de Francia/ Granada dejas/ y las aguas del Darro/ por las del Sena./ Eugenia de Montijo,/ qué pena, pena...».
Fuente : María Jesús Pérez Ortiz es filóloga, catedrática y escritora

La mañana del 11 de julio, murmuró :”Estoy cansado. Ha llegado el momento de marcharme.” Perdió el concomimiento y murió. Eugenia acaba de expirar en la cama de Paca, su adorada hermana… En el país donde había nacido, sus ojos verían la luz postrera. Su alma se fue bajo el cielo de España. Pero tras los funerales solemnes ordenados por el Rey Alfonso XIII, con todos los honores debidos a los soberanos reinantes, los despejos mortales de la Emperatriz fueron llevados de vuelta a Inglaterra, cumpliendo su última voluntad. Los Reyes españoles y toda la familia Alba la acompañaron en un tren especial que atravesó Francia con toda la pompa de los fastos reales.

El 20 de Julio, en la iglesia de Farnborough, se celebraron las honores fúnebres presididas por el Rey Jorge V y la Reina Maria, el Rey Alfonso y la Reina Victoria-Eugenia, los Reyes de Portugal, el Príncipe Victor y la Princesa Clémentine, un gran número de personalidades reales o principescas, las familias españolas de los Alba, Tamames, de Mora y Peñarenda, los grandes nombres del Imperio, Fleury, Murat, Bacciochi, los amigos ingleses, el doctor Hugenschmidt y mucho más. La Republica protestó contra esos honores dados a la ex Emperatriz de los Franceses, y el War Office anuló los salvas “debidas a un soberano” como se había previsto. Una multitud ingente se agolpaba en la estación y en el recorrido hasta la iglesia. Una hilera de caballeros e infantes del campo de Alderrshot desenvainaron y presentaron armas; el féretro, rodeado por una guardia irlandesa, fue colocado sobre una cureña de cañón y recubierto con la Union Jack. Cuando lo bajaron, la banda militar tocó La Marsellesa   y suboficiales del regimentó del Príncipe imperial lo llevaron a la iglesia.

Dom Cabrol pronunció la oración fúnebre :
“Las lecciones más elocuentes son las que nos da desde el fondo de su tumba Eugenia de Guzmán de Montijo, Grande de España, luego Emperatriz de los Franceses, y después viuda de un Emperador destronado ; madre de un hijo, su esperanza y su gloria, que le arranca una muerte gloriosa ; la que no quiere ser consolada en su dolor; la que lleva en ella hasta la vejez más extrema toda la historia de un siglo, y que es el recuerdo vivo entre nosotros de las mayores desgracias que pueden ocurrirle a una mujer, y que vivió lo suficiente para ver a su país de adopción levantar en la victoria una cabeza agachada desde hacía  cuarenta años bajo el peso de las derrotas. […] Descansad en paz, majestad, descansad sin remordimiento en esta cripta que habéis construido, descansa en paz al lado de los restos de Napoleón III y del Príncipe imperial. […] este santuario levantado en tierra inglesa no sólo repetirá  […]el nombre de de la Emperatriz Eugenia, será un testimonio elocuente de su fe y su piedad. Esta cruz que se eleva bajo el firmamento y domina toda la región, es el símbolo de esta palabra que fue su fuerza y su esperanza durante sus largos años de exilio y sufrimiento: “Yo soy la resurrección y la vida. El que vive y cree en mí, no morirá para siempre. Que así sea.”

En el último momento, los monjes tuvieron la desagradable sorpresa de no encontrar el sarcófago de granito que desde hacia tiempo estaba preparado para la Emperatriz.  Su féretro permaneció en el suelo ante el altar y fue sepultado bajo un montón de flores traídas por los numerosos visitantes. Muy pronto se labró otro sarcófago y fue introducido en el nicho, detrás del altar, con una única inscripción : EUGENIA.

Este curioso contratiempo del destino permitió a Dom Cabrol abrir el ataúd y tener otra tema de sorpresa: bajo el cristal colocado en el interior, el Emperatriz estaba vestida con un vestido de monja todo blanco, el hábito de una orden terciaria de Santiago. ¿Qué secreto se llevaba al más allá?  Acaso Lucien Daudet lo había adivinado cuando escribió en un ensayo del que ella había dado el visto bueno:

“Día tras días se ha convertido en la superiora de una orden desconocida, de la que ella misma fija la reglas y de la cual sigue los duros oficios. De renuncia en renuncia, ha descubierto la resignación perfecta, la que no es una voluntad, que ni siquiera necesita ya un esfuerzo, sino que se convierte en un estado permanente; allí es donde se ha establecido.”
Lucien Daudet : “L’inconnue”.
Otras referencias : 
La oración fúnebre de Dom Cabrol esta conservada en el castillo de Compiègne.
Los detalles de la ceremonia fúnebre son extractos del libro de Geneviève Chauvel “Eugenia de Montijo”, ed. Planeta deAgostini, 2001.



Tumba de Eugenia



No hay mejor conclusión que reproducir lo que Eugenia escribió durante la primera guerra mundial (1914-1918) :

¿Qué yo no soy francesa? ¡Siempre he puesto a Francia por encima de todo, por encima del Emperador, por encima de mi hijo! Por ella hubiera dado mi vida, y hubiera abandonado de buena gana lo que me queda de ella. Acaso no saben, los que me llaman “la española” que una extranjera que pone en su frente la corona de Francia tiene una alma muy cobarde si solo se convierte a medias en francesa. ¡Amo a España y siempre la querré! Pero sólo tengo una patria, Francia, y moriré con su nombre escrito en mi corazón.
Fuente :recogido por Joseph Primoli, citado por Aubry

Conclusion de l'auteur du blog

Eugénie de Montijo a vécu presque un siècle dans les tourments d'une époque particulièrement difficile de l'Histoire de France. 

Cette enfant de Grenade, devenue Impératrice des Français, a eu une vie dévouée à son pays d'adoption, à son époux et à sa famille. Certes, les honneurs, les fastes et les plaisirs ne lui ont pas fait défaut pendant les quelques années fastueuses de l'Empire. Mais cette période a été courte.

Ce que l'on doit surtout retenir, c'est la persistance qu'elle a eu au service de la France et des Français, au sein d’une population qui ne lui a pas été spontanément favorable. Elle a été calomniée, voire même diffamée, sans baisser la tête.

Son mari n’avait pas le génie stratégique et le sens politique de son illustre prédécesseur Napoléon I et elle-même a eu parfois la faiblesse de l’encourager dans des initiatives malencontreuses qu’elle estimait justes pour la France et pour l’Église Catholique. Mais elle l’a fait sans aucune malice, sans chercher à favoriser les desseins de son pays natal.

Elle est restée toute sa vie une femme de convictions, prompte à s’enthousiasmer mais ferme dans le malheur. Son époux lui a confié trois la régence du pays. Louis XVI aurait-il fait de même pour Marie-Antoinette ?

La déplorable guerre franco-prussienne lui a été fatale et a été fatale à l’Empire. Aurait-elle pu être évitée ? Sans doute pas, car l’opinion publique exigeait la guerre et cette guerre, à terme, aurait-eu lieu tant était devenue puissante l’hégémonie prussienne et la volonté farouche de construire la future Allemagne. D’une certaine manière on peut dire que cette guerre ne s’est pas achevée en 1871 et qu’elle portait en germe les deux grandes guerres mondiales du XX° siècle. Mais cette guerre aurait pu, pour le moins, être suffisamment retardée pour permettre à la France de s’y préparer.

Alors, que peut-on reprocher à Eugénie ? Elle a aimé le luxe de ses années fastes sans ostentation, a favorisé les efforts artistiques et scientifiques de son époque. Mais elle était trop belle et trop intelligente pour ne pas déchaîner les rancœurs.  Aujourd’hui, en France comme en Espagne, son nom ne figure qu’à titre anecdotique dans les livres d’Histoire.

Eugénie de Montijo mérite beaucoup plus que ce strapontin.

Autor del articulo : Maria del Rosario S.

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