Fray Leopoldo de Alpandeire (1864, 1956) fue un fraile capuchino, declarado beato por la Iglesia Católica el 12 de septiembre de 2010.
Así fue la carta de beatificación de Leopoldo:
Nos, acogiendo el deseo de Nuestro Hermano Francisco Javier Martínez Fernández, Arzobispo de Granada, así como de otros muchos hermanos en el Episcopado y de numerosos fieles, después de haber consultado el parecer de la Congregación para las Causas de los Santos, con Nuestra Autoridad Apostólica, concedemos que el Venerable Siervo de Dios Leopoldo de Alpandeire, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que testimonió el misterio de Jesucristo crucificado con el ejemplo y la palabra, al ritmo humilde y orante de la vida cotidiana y compartiendo y aliviando las preocupaciones de los pobres y afligidos, de ahora en adelante pueda ser llamado Beato y que se pueda celebrar su fiesta en los lugares y, según las normas establecidas por el Derecho, el 9 de febrero de cada año, día de su nacimiento para el cielo. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Dado en Roma, junto a San Pedro el día 8 de septiembre del año del Señor 2010, sexto de Nuestro Pontificado.
Benedictus, PP. XVI
Leopoldo de Alpandeire no fue un teólogo famoso, ni poderoso. Su instrucción escolar consistió únicamente en los estudios primarios que siguió en la escuela local. Toda su infancia y juventud transcurrió en Alpandeire (pueblo situado en la comarca de la Serranía de Ronda, provincia de Málaga) dedicado a faenas agrícolas, salvo el periodo de servicio militar (1 887-1 888).
Fray Ángel de León, en su obra “Mendigo por Dios-Vida de Fray Leopoldo de Alpandeire” (edición, Anel. Granada, 1987), cuenta un incidente que puede haber influido en su decisión de dedicar su vida a la religión :
A los diez años, mientras se encontraba en el campo, al cuidado de un rebaño de cabras junto con otros niños, el cielo comenzó a nublarse amenazando tormenta. Surgieron varias ideas sobre la actitud que debían tomar. El futuro fray Leopoldo propuso refugiarse en una peña y rezar el rosario para solicitar la protección de la Virgen, mientras que otro de los pequeños no estaba de acuerdo y consideró preferible dirigirse hacia el pueblo lo antes posible, y así lo decidió. Finalmente todos se encaminaron juntos hacia Alpandeire sin implorar la protección de la Virgen, pero la marcha se vio interrumpida por un rayo que fulminó al joven que había propuesto el apresurado retorno, resultando muerto.
Ingresó en 1899 en calidad de postulante en el convento que poseía la orden capuchina en Sevilla. En 1900 emitió sus votos y recibió como nombre religioso el de Fray Leopoldo de Alpandeire. Tras destinos sucesivos en Antequera, Granada y de nuevo Sevilla, el 21 de febrero de 1914 fue trasladado definitivamente al convento de Granada, donde residió durante 42 años.
Permaneció de forma ininterrumpida en esta ciudad entre 1914 y 1956. La mayor parte del tiempo desempeñó la función de fraile limosnero, lo cual le obligaba a recorrer la ciudad a pie y entrar en numerosas viviendas solicitando donativos.
Poco a poco su figura fue haciéndose popular, de modo que numerosas personas solicitaban su consejo o intermediación, empezándose a conocerlo como "el humilde limosnero de las tres Ave Marías", porque así eran las oraciones que dedicaba a quienes le pedían su bendición. Murió el 9 de febrero de 1956. Sus restos mortales descansan en la cripta de la iglesia de los Padres Capuchinos de Granada.
Investigación de Candace Slater
Candace Slater es profesora en la universidad de Stanford (USA). Sus intereses de investigación son literatura y cultura brasileña, tradiciones folclóricos y populares. Ha escrito un texto interesante sobre Leopoldo, que presentamos abajo.
Así fue la carta de beatificación de Leopoldo:
Nos, acogiendo el deseo de Nuestro Hermano Francisco Javier Martínez Fernández, Arzobispo de Granada, así como de otros muchos hermanos en el Episcopado y de numerosos fieles, después de haber consultado el parecer de la Congregación para las Causas de los Santos, con Nuestra Autoridad Apostólica, concedemos que el Venerable Siervo de Dios Leopoldo de Alpandeire, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que testimonió el misterio de Jesucristo crucificado con el ejemplo y la palabra, al ritmo humilde y orante de la vida cotidiana y compartiendo y aliviando las preocupaciones de los pobres y afligidos, de ahora en adelante pueda ser llamado Beato y que se pueda celebrar su fiesta en los lugares y, según las normas establecidas por el Derecho, el 9 de febrero de cada año, día de su nacimiento para el cielo. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Dado en Roma, junto a San Pedro el día 8 de septiembre del año del Señor 2010, sexto de Nuestro Pontificado.
Benedictus, PP. XVI
Leopoldo de Alpandeire no fue un teólogo famoso, ni poderoso. Su instrucción escolar consistió únicamente en los estudios primarios que siguió en la escuela local. Toda su infancia y juventud transcurrió en Alpandeire (pueblo situado en la comarca de la Serranía de Ronda, provincia de Málaga) dedicado a faenas agrícolas, salvo el periodo de servicio militar (1 887-1 888).
Fray Ángel de León, en su obra “Mendigo por Dios-Vida de Fray Leopoldo de Alpandeire” (edición, Anel. Granada, 1987), cuenta un incidente que puede haber influido en su decisión de dedicar su vida a la religión :
A los diez años, mientras se encontraba en el campo, al cuidado de un rebaño de cabras junto con otros niños, el cielo comenzó a nublarse amenazando tormenta. Surgieron varias ideas sobre la actitud que debían tomar. El futuro fray Leopoldo propuso refugiarse en una peña y rezar el rosario para solicitar la protección de la Virgen, mientras que otro de los pequeños no estaba de acuerdo y consideró preferible dirigirse hacia el pueblo lo antes posible, y así lo decidió. Finalmente todos se encaminaron juntos hacia Alpandeire sin implorar la protección de la Virgen, pero la marcha se vio interrumpida por un rayo que fulminó al joven que había propuesto el apresurado retorno, resultando muerto.
Ingresó en 1899 en calidad de postulante en el convento que poseía la orden capuchina en Sevilla. En 1900 emitió sus votos y recibió como nombre religioso el de Fray Leopoldo de Alpandeire. Tras destinos sucesivos en Antequera, Granada y de nuevo Sevilla, el 21 de febrero de 1914 fue trasladado definitivamente al convento de Granada, donde residió durante 42 años.
Convento de Capuchinos antes de su demolición en los años 60, para hacer el nuevo |
Poco a poco su figura fue haciéndose popular, de modo que numerosas personas solicitaban su consejo o intermediación, empezándose a conocerlo como "el humilde limosnero de las tres Ave Marías", porque así eran las oraciones que dedicaba a quienes le pedían su bendición. Murió el 9 de febrero de 1956. Sus restos mortales descansan en la cripta de la iglesia de los Padres Capuchinos de Granada.
Cripta de Fray Leopoldo |
Investigación de Candace Slater
Candace Slater es profesora en la universidad de Stanford (USA). Sus intereses de investigación son literatura y cultura brasileña, tradiciones folclóricos y populares. Ha escrito un texto interesante sobre Leopoldo, que presentamos abajo.
Candace Slater |
¿De qué manera crecen y se transforman con el tiempo las devociones populares? ¿De qué medios se vale un narrador para crear un pasado colectivo? ¿Qué efecto tienes las presiones ejercidas por instituciones religiosas sobre la idea que se tenga de personajes históricos a quienes se puede haber conocido personalmente? Estas son algunas de laspreguntas que trataba de responder cuando investigaba las historias sobre Fray
Leopoldo de Alpandeire en Granada, en un trabajo realizado durante los ocho primeros meses de 1984, y luego en el verano de 1986. En mayo de 1993, casi una década después de mi primer viaje a España, tuve el placer de volver a Andalucía y a Granada.
Aunque mi estancia fue muy breve, no lo fue tanto como para no apreciar una serie de cambios en la ciudad y en la devoción oficial a Fray Leopoldo. En este artículo describo brevemente algunas de estas transformaciones y a continuación menciono lo que
considero cuestiones importantes y posibles caminos para futuras investigaciones.
[...] Fray Leopoldo tiene a desempeñar un papel más restringido en la vida de la gente. Sin duda es un símbolo del paisaje granadino. El tiempo y, de nuevo, los narradores presentan al fraile rodeado de frutales (en efecto, durante un tiempo fue jardinero del monasterio) o caminando a la sombra de los árboles por senderos del campo o por callejas viejas y tortuosas. A pesar de este escenario tan familiar, es normal que los verdaderos milagros del fraile ocurran sin embargo en un círculo privado. Los milagros de Fray Leopoldo por lo general atraen a menos testigos y casi siempre ocurren a puerta cerrada.
Las empresas que los narradores le atribuyen al fraile capuchino no sólo suele ser menos dramáticas, sino que los narradores incorporan a sus relatos toda una serie de objeciones. “Bueno, para mí eso fue un milagro”, puede decir una persona al final de una de las historias. O bien “hay mucha gente que no cree en esas cosas, pero yo sí las creo”. Los narradores pueden sugerir con frecuencia que los milagros son en última instancia una cuestión de fe. “Si se cree”, dice una mujer, “entonces los milagros existen, pero si no, pues bueno, no existen”.
[...] Las narraciones de los que viven en Granada (los de fuera son un caso aparte) tienden a ser valoraciones del pasado español. En muchos de estos relatos, el fraile sirve de excusa para valorar
extensamente los cambios que han experimentado los narradores a lo largo de sus vidas.
En el caso de los más jóvenes, las historias pasan a ser comparaciones entre el presente y un pasado prestado o imaginario.
La actividad de Fray Leopoldo como limosnero oficial del monasterio le convirtió en una imagen familiar por las calles de la ciudad y en las tierras circundantes durante el período que se extiende desde antes de la Guerra Civil hasta su muerte en 1956. En
consecuencia, es natural que evoque recuerdos del pasado. Los detalles característicos de muchos de estos recuerdos, así como la considerable fuerza emocional que suele entender, son sorprendentes. No es extraño que las historias de Fray Leopoldo se conviertan en la historia de la guerra y de sus amargos efectos, donde Franco ocupa el centro de atención en lugar del fraile.
Con todo, aunque la gran mayoría de las narraciones comparten esta preocupación por el pasado, los narradores granadinos no adoptan un punto de vista uniforma de Fray Leopoldo. Mientras que unos mantienen la visión del fraile de los capuchinos como un
hombre corriente, santo y de habla sosegada, otros niegan enérgicamente los atributos milagrosos que la Orden le atribuye (“¿Qué hay de especial en pedir comida y dinero en un tiempo en que todo el mundo tenía hambre?” pregunta indignada una mujer).
Aún hay otros que aceptan la imagen de Fray Leopoldo como taumaturgo, pero resaltan los malos tratos que recibía de los otros frailes. Historias como esta son tanto denuncias del estamento religioso como reflejo de los poderes de Fray Leopoldo:
“Él venía por el campo con la cesta llena de trigo. En tiempo de la cosecha, el sol en la cara, el campo todo dorado de sol, dorado de trigo. Hoy hay una carretera buena pero en aquella época había sólo un camino de tierra. Solía pasar el día entero pidiendo comida y repartiéndola en el camino pues había mucha hambre en aquellos días, la gente sufría mucho. Así que era sólo cuando comenzaba a atardecer que se acordó de repente de los frailes que estaban esperándole en el convento. Pues ellos tenían vergüenza de pedir, dependían de él para comer. Así que él no sabía qué hacer. Corría para el convento muy preocupado pues no le quedaban más que unos granillos que ni daban para un pajarillo llenar el estómago. Pero cuando se abre la puerta del convento de repente siente la mochila muy pesada, pues se había llenado de pan. Así. Entonces corre para servirles a los capuchinos que ya estaban a la mesa. “¡Por fin!” le dicen. “Tardaste mucho en el camino. Y nosotros aquí muriéndonos de hambre. ¡Qué egoísmo!”
Además, aunque casi todos están de acuerdo en que el presente es muy diferente del tiempo en que vivía Fray Leopoldo, los juicios sobre el pasado no son más homogéneos que las opiniones sobre el fraile. Algunos defienden que el pasado es superior a su propia época; otros argumentan que el presente ofrece más oportunidades para más gente. Muchas historias asemejan libros de balance en los que el narrador evalúa aspectos específicos de una y otra épocas. No es raro que Fray Leopoldo aparezca como símbolo de un estilo de vida irremediablemente distinto del pasado.
Las narraciones que recogí durante mis dos estancias en Granada son resultado de entrevistas mayoritariamente aleatorias en lugares públicos –tiendas, cafés, plazas, paradas de autobús- en distintos sectores de la ciudad. A lo largo de muchos meses pude registrar historias de unos quinientos hombres y mujeres de diversas edades, niveles de educación y trabajos. Para contrastar estas conversaciones sobre el terreno, pasé también un tiempo considerable con un núcleo reducido de personas que serían mis amigos. Estas personas –un trío de zapateros, un joven banquero, una limpiadora joven y un maestro de escuela retirado muy culto que vivía en la Residencia de Ancianos Fray Leopoldo, recientemente abierta- me ofrecieron un punto de vista más en profundidad no sólo sobre Fray Leopoldo, sino también sobre Granada como espacio social complejo y fluido. Además, busqué otros devotos del fraile granadinos y no granadinos en su cripta de la Iglesia de la Divina Pastora, asociada con la Orden Capuchina.
Cuando llegué a Granada, la devoción oficial al fraile ya estaba bien establecida, y durante mi estancia fue propuesto por la diócesis candidato para su canonización. El primer vice-postulante, Fray Ángel de León, que murió en diciembre de 1984, había reunido los Artículos de Canonización formales para la causa de Fray Leopoldo en 1961. Fray Ángel había publicado también una biografía de Fray Leopoldo menos formal y dirigida a los seglares, Mendigo por Dios, a la sazón en su tercera reimpresión. [...]
La cripta de Fray Leopoldo está situada justo debajo de la iglesia, que se abre a la elegante Plaza del Triunfo. El día nueve de cada mes (aniversario de la muerte del fraile) viene un gran número de visitantes a presentar sus respetos. Algunos de ellos son de fuera de Granada, sobre todo de las ciudades vecinas de Málaga, Jaén y Almería. Por lo general han oído hablar a otros de Fray Leopoldo, han recibido alguna estampa suya o han leído acerca de él en publicaciones religiosas o en los diversos anuncios y envíos postales pagados por la Orden Capuchina. Otros muchos visitantes son granadinos de ambos sexos y de todas las edades. Con frecuencia los visitantes traen claveles u otras flores como ofrenda para el fraile. Cuando se van, arrancan un capullo de uno de los muchos ramos que se amontonan sobre la tumba de Fray Leopoldo.
Algunos de estos visitantes oyen misa antes o después de visitar la cripta, pero muchos otros no. Varios individuos con quienes entablé conversación en la larga cola que suele rodear la manzana expresaban sentimientos claramente anticlericales. Con frecuencia dejaban claro que sólo entraban en la iglesia de los capuchinos porque allí era donde estaba enterrado Fray Leopoldo. Otros, sin embargo, estaban habituados a participar en diversas actividades religiosas organizadas oficialmente.
Aunque no existen datos estadísticos generales sobre los que frecuentan la cripta, la observación sobre el terreno a lo largo de varios meses sugiere que los foráneos tienen mucha más tendencia que los granadinos a ser católicos practicantes. Lo que es más, mientras que varios residentes locales con los que hablé expresaban neutralidad o claro escepticismo en cuanto a los poderes taumatúrgicos de Fray Leopoldo [...], los foráneos estaban más dispuestos a proclamarlo hacedor de milagros[...]. La inmensa mayoría de las narraciones que registré de los foráneos trataban de milagros o favores póstumos, y muy pocos tenían conciencia del fraile como personaje histórico.
En mi reciente vuelta a Granada, me di cuenta de una serie de transformaciones en la devoción oficial. La más notable era sin lugar a dudas la presencia de un nuevo museo de Fray Leopoldo situado en una habitación amplia justo detrás de la cripta. Inaugurado en marzo de 1993, el museo contiene una serie de fotografías y retratos del fraile (virtualmente todas las últimas creaciones póstumas). Hay también unos pocos objetos personales, como el rosario de Fray Leopoldo, su libro de limosnas y varias prendas de vestir. Además, los capuchinos han construido una réplica de la celda del fraile, que se abre a un trozo del jardín que solía cuidar.
El museo aloja también una gran vitrina conteniendo una gran variedad de artículos para venta, y una zona de ventas con cuatro cajas separadas. Entre los objetos de la vitrina se incluyen varios retratos y estatuillas de Fray Leopoldo, numerosos artículos de joyería, joyeros, vasos plegables con la imagen del fraile, sujetalápices, encendedores, agendas, bolsitas con rosarios y medallas religiosas diseñadas para colocar en el cristal del coche. También se encuentran diversas publicaciones relacionadas con Fray Leopoldo y con otros miembros de la Orden Capuchina.
De estas publicaciones, la más reciente es una nueva biografía de Fray Leopoldo, Testigo de paz, de Agustín Laborde Vallverdú, que se describe a sí mismo en el prefacio como amigo de Fray Leopoldo y de su biógrafo original, Fray Ángel. Parecido a Mendigo por Dios tanto en tono como en intención, este libro se diferencia de su predecesor por insistir incansablemente en Fray Leopoldo como paradigma de la serenidad. Aunque en Mendigo por Dios se alude con frecuencia a hechos nacionales, Testigo de paz lo hace de manera más enfática. Además, dado que el autor es seglar, el énfasis que Fray Ángel hacía en la identidad específicamente capuchina de su personaje da paso a resaltarlo como una persona eminentemente ordinaria con la capacidad de sacarle el máximo partido a una vida sencilla, incluso aburrida o vulgar.
Otro de los cambios obvios en la devoción oficial es la aparición de un calendario de misas dentro de la cripta, que no existía antes. En lugar de esperar sencillamente que los admiradores de Fray Leopoldo subieran la escalera que da al cuerpo principal de la iglesia después de terminar la visita, los capuchinos han empezado a celebrar regularmente dos misas a primera hora de la mañana dentro de la cripta. Siendo los residentes que van al trabajo o a la escuela los que más probablemente puedan asistir tan temprano (los autobuses de visitantes foráneos suelen llegar más tarde), esta política supone un intento de atraer a los granadinos. Mientras que antes era posible separar mentalmente la cripta del resto de la iglesia donde los capuchinos celebraban misa y otras funciones religiosas oficiales, el hecho de introducir misas dentro de lo que ha quedado como espacio del fraile supone un obvio intento si no de borrar, sí de atenuar estos límites.
Una evolución más de la devoción oficial es el número de visitantes de fuera de Granada a la cripta, cada vez mayor. Aun cuando difícilmente podría esperarse que la Orden afirmara lo contrario, el hecho de que los capuchinos hayan tenido fondos para construir el nuevo museo sugiere que la devoción a Fray Leopoldo goza de un apoyo popular considerable. Parece ser que los problemas de tráfico que provoca la entrada cada vez mayor de autobuses han obligado al periódico local, El Idea, a suspender los anuncios que publicaban mensualmente dando cuenta de la celebración del aniversario de la muerte de Fray Leopoldo. “Aquí todo el mundo sabe que es el día 9”, nos explica un visitante de Granada. “Además, bien está que a algunos se le olvide, para que haya menos atascos en la calle”.
Una parte de la creciente atracción que sienten los foráneos por Fray Leopoldo reside en el éxito de una imagen más extensamente terapéutica que resulta especialmente obvia en su nueva biografía. Aunque los narradores que yo había registrado antes veían con frecuencia al fraile como modelo de sencillez, el hecho de resaltarlo como antídoto para una afección específica conocida como “estrés” es relativamente reciente. El término “estresado” (castellanización de la expresión inglesa stressed out), muy común en la actualidad, no aparecía en mis primeras cintas. Me parecía interesante oír cómo los frailes capuchinos que trabajaban de cajeros en el museo alababan la facilidad con que Fray Leopoldo se conducía por la presión de las obligaciones cotidianas. “¿Quién no
busca lo sencillo hoy en día?”, le preguntaba uno de los cajeros a un cliente que asentía moviendo la cabeza con tristeza.
Esta importancia reciente del “estrés” es sólo una parte de un entramado mayor de transformaciones sociales. Aunque España se enfrenta hoy en día a una creciente crisis económica, los últimos años han traído al país y a Granada un incremento de la prosperidad, obvio en el gran número de nuevos edificios y nuevos negocios, así como en la elegancia con que visiten muchos de los visitantes a la cripta de Fray Leopoldo. La última década ha visto también el nacimiento de actitudes y conductas nuevas. Un
cambio evidente en la ciudad es el grado aparentemente mayor de libertad sexual (me resultaban fascinantes tanto la publicidad gráfica de condones en el escaparate de las farmacias como la exposición Ars Erotica patrocinada por el Ayuntamiento, anunciada
en colgaduras que ondeaban por las calles de ciudad). Otro cambio es la disimulada presencia de consumidores de droga en muchas calles de la ciudad.
Otro más de los cambios evidentes es la creciente carestía de objetos que antes despertaban poco interés. Durante mi primera estancia en Granada, las tiendas de segunda mano de la Calle Elvira estaban siempre abarrotadas de cajas polvorientas rebosando aldabones de bronce en forma de manos, caballos, delfines y leones. Estas cosas –y virtualmente todos estos restos del pasado- han llegado a ser escasos y caros. Incluso las tiendas de viejo más modestas se llaman ahora “anticuarios”, y los barrios más selectos de la ciudad han pasado a alojar tiendas especializadas en la venta de reproducciones.
Aunque pudiera parecer que la desaparición de objetos como los aldabones son un detalle sin importancia, hace pensar en un cambio de actitud hacia el pasado. Como mi segunda visita coincidió con la víspera de elecciones generales en las que no parecía que los socialistas, en el gobierno desde hacía tiempo, fueran a perder la mayoría, si no el poder, la gente parecía más interesada en discutir la carrera de Felipe González que en recordar a Franco. La frontera entre el pasado y el presente no parecía tanto entre el pasado franquista y el presente democrático que entre aquella época en que los socialistas, jóvenes e idealistas, asombraron a muchos como constructores de un futuro radicalmente diferente y un presente que ha perdido en gran medida la fe por un mañana nuevo.
[...] Cuando llegué a Granada la primera vez, sabía muy poco sobre la España contemporánea y aún menos sobre Fray Leopoldo.
[...]Ahora, al volver a Andalucía, he comprendido que este pasado en continua transformación me interesa más que todo lo demás. Si llegara el día en que las historias de Fray Leopoldo dejaran de ser vehículos eficaces para la evaluación y la reformulación de este pasado, probablemente me dedicara a buscar otras formas que sí lo fueran. Al hacerlo así, no estaría abandonando a Fray Leopoldo. Por el contrario seguiría siendo fiel a lo que en realidad es el centro de las historias de Fray Leopoldo.
Autor del articulo : Maria del Rosario S.
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