En Francia, Juana ha pasado a la Historia como una heroína nacional y casi como una leyenda. Se desconocen muchos detalles sobre su vida en el terreno personal e intimo, Su existencia y su papel en la historia francesa están demostradas por muchas pruebas, en particular por los documentos originales de su juicio y por algunas de sus pertenencias que han llegado hasta nuestros días.
Su juventud y La Revelación
Juana nació en torno al año 1412 en un pequeño pueblo llamado Domremy en el noroeste de Francia. La fecha exacta no se conoce. En esta época tuvo lugar la guerra entre franceses e ingleses llamada “la guerre de cent ans”, en español “la guerra de los cien años”.
La guerra de los cien años |
Juana oyó por primera vez una voz celestial a la edad de 13 años. Estas voces se repetirían a lo largo de su vida y logró indentificarlas como las voces de las Santas Catalina, Margarita y del Arcángel San Miguel. Estas voces, según lo que ella decía, le pedían que luchara contra los ingleses y que los expulsara de Francia.
Santa Catalina |
Santa Margarita |
El Arcángel San Miguel |
Carlos VII |
Y sobre todo hoy no entenderíamos que la pusiera al frente de un ejército preparado para luchar, como así sucedió.
Fuente : http://www.preguntasantoral.es/2013/05/santa-juana-de-arco/
Las campañas militares
Es un hecho histórico y probado que ella fue una comandante en la guerra muy eficiente, aunque no tenía ninguna experiencia en este ámbito. Pero todos los testigos afirman que su inteligencia, su poder de persuasión, su intuición táctica fueron extraordinarios.
De hecho tuvo un papel importante en la liberación de la ciudad de Orleans y por eso es una costumbre en Francia llamarla “La pucelle d’Orléans” (la palabra “pucelle” significa “virgen” en el sentido médico y no religioso). Otras victorias o hechos de guerra son notables: las batallas de Patay por ejemplo o las de ciudades como Chalons-sur-Marne, Troyes o Reims. Convenció al delfín para ser coronado rey en la ciudad de Reims, lo que demuestra la gran influencia que tuvo.
Carlos VII es coronado Rey de Francia en Reims, atrás vemos a Juana de Arco con la bandera. |
Captura, juicio y muerte
El 23 de mayo del año 1430, un mes después de cumplir 19 años, tras ser capturada por franceses y vendida posteriormente a los ingleses. Hizo una primera comparecencia pública de un total de seis ante un Tribunal (el resto serían privadas). Pidió ser juzgada ante el Papa, pero no se lo permitieron. De los más de 600 testigos en una corte que no le era favorable, nadie dijo ninguna palabra contra ella. Fue vendida a los ingleses y confiada al obispo Pierre Cauchon, aliado de ellos.
Su juicio tuvo lugar entre los meses de febrero y mayo del año 1431 en el castillo de Rouen, ciudad donde los ingleses tenían su cuartel general. Al principio fue muy difícil encontrar motivos para condenarla. De hecho, Juana era una buena cristiana, no era una hereje y estaba convencida de su misión. En este momento del juicio los cargos contra ella eran bastante débiles: vestirse con vestidos de hombre, haberse marchado sin autorización de sus padres, confiarse sistemáticamente al juicio de Dios y no al de la Iglesia. Fue condenada debido en gran medida al fanatismo religioso predominante en la época porque los jueces sostuvieron que las voces que había oído no eran de Dios sino voces satánicas. Han llegado hasta nosotros los documentos originales de su juicio. 70 cargos contra Juana, entre los que había tergiversaciones de sus palabras y se hacía aparecer como demonios a los santos que ella invocaba como hablándoles en sus visiones. Se emplearon dos días en leer estas acusaciones, entre las que se incluían rumores, mentiras y falsedades: “Dicha acusada… ha ejecutado, compuesto y ordenado muchos hechizos y conjuros; ha sido divinizada, permitiendo que la adorasen y la venerasen; ha invocado demonios y espíritus malignos, los ha consultado y los ha frecuentado…”. Juana rechazó estas acusaciones, mantuvo su negativa, aunque fue llevada a la sala de los tormentos y amenazada de ser sometida al potro y las demás torturas que eran habituales en la época.
El 24 de mayo, en el cementerio de Saint-Ouen en Rouen, el tribunal que la juzgó escenificó un simulacro de hoguera con el fin de asustarla y de que así reconociera públicamente los hechos de los que se le acusaban. Bajo presión, y con la promesa verbal de que así dejaría de estar bajo custodia inglesa para ingresar en una cárcel eclesiástica, firmó su confesión, reconociendo haber mentido en relación a las voces que decía escuchar y admitiendo la autoridad de la Iglesia. Sin embargo, al ver que regresaba con los ingleses al mismo recinto en el que había estado, se consideró engañada y dos días después se retractó de lo firmado. Ante la marcha atrás de Juana, el tribunal la declaró culpable en sus errores pasados (relapsus) y la condenó a morir quemada en la hoguera.
El 30 de mayo de 1431, cerca de las 9 de la mañana, después de confesarse y de haber comulgado, Juana de Arco, vestida con una túnica, escoltada por los ingleses, fue llevada hasta la plaza del Viejo Mercado (place du Vieux-Marché) de Rouen, donde previamente se habían levantado tres estrados. El primero para el cardenal Winchester y sus invitados, el segundo para los miembros del tribunal y el tercero para la sentenciada a muerte. Tras ser leída su sentencia, fue guiada hasta la hoguera.
La muerte en la hoguera
Si el fuego era de grandes dimensiones la muerte a menudo llegaba como consecuencia de la intoxicación por monóxido de carbono antes de que las llamas llegasen a causar daño en el cuerpo. Pero si el fuego era pequeño, el condenado se quemaría durante algún tiempo hasta la muerte por las elevadas temperaturas, abrasado, con la consiguiente pérdida de sangre o la descomposición térmica de partes vitales del cuerpo.
En 1184, la Iglesia católica legisló que la muerte en la hoguera iba a ser el castigo oficial para los condenados por herejía. Este decreto fue posteriormente confirmado por el Cuarto Concilio de Letrán en 1215, el Sínodo de Toulouse en 1229, y numerosos líderes del siglo XVII. Las autoridades civiles quemaron a personas consideradas herejes bajo la Inquisición medieval, incluyendo Giordano Bruno.
Una de las muertes en la hoguera como ejecución extrajudicial más notoria de los tiempos modernos ocurrió en Waco, Texas en los EE. UU. el 15 de mayo de 1916. Jesse Washington, un granjero afroamericano con problemas mentales, después de haber sido condenado por el asesinato de una mujer blanca, fue llevado por una muchedumbre a la hoguera, castrado, rociado con aceite de carbón, y colgado por el cuello de una cadena sobre la hoguera. Fue un proceso lento el de la quema de su cuerpo ,que le condujo a la muerte.
Jesse Washington quemado vivo |
Cuando hablo aquí de « cremación » utilizo una palabra moderna, para mayor facilidad, pero la muerte en la hoguera tiene poco que ver con la cremación de los cuerpos de los difuntos hoy. Un horno de cremación moderno es un horno industrial capaz de alcanzar altas temperaturas, de aproximadamente 870 a 980 °C, con modificaciones especiales para asegurar la eficiente desintegración del cuerpo. En caso de muerte en la hoguera, la temperatura del fuego es mucho más baja y, por supuesto, los cuerpos no se desintegran totalmente.
En el caso de Juana, la hoguera tenía un tamaño muy importante. Lo sabemos porque el ejecutor intento de estrangularla, para evitar las dolores del fuego, pero no pudo alcanzar el cuello.
Entonces, Juana murió asfixiada y solamente su ropa se quemó. Esto no significa que no sufriera . Fue consciente en todo momento durante mucho tiempo. Pidió una cruz y grito “Jesús, Jesús”. Se dice que algunos soldados, vigilando la hoguera lloraban diciendo:”Estamos quemando una Santa”.
Tras la humareda, los ingleses apartaron los trozos de madera empleados en la hoguera para asegurarse de que no había escapado y de que el cuerpo desnudo pertenecía a la condenada.
Pero el cardenal Winchester, que había dirigido el suplicio, ordenó una segunda cremación.
No quería una sepultura en tierra porque temía que se convirtiese en un lugar de culto, conociendo la fervor del pueblo por Juana.
Esta segunda cremación duró de dos á tres horas. Al final la cabeza y la cavidad abdominal explotaron. Pero en el centro de la hoguera quedaron el corazón y otros órganos húmedos que no se queman fácilmente.
Entonces el cardenal Winchester ordenó una tercera cremación con la intención de destruir su cuerpo, con esta acción quiso impedir que algunas partes de su cuerpo se convirtiesen en reliquias de Juana. Para esta tercera cremación el ejecutor añadió aceite y pez. Finalmente, solo quedaron cenizas y trozos de hueso que fueron esparcidos en el rio Sena.
***
Juana fue canonizada en el año 1920.
***
Commenaires de l'auteur du blog
Dans l'Histoire de France, comme dans celle de beaucoup d'autres pays, certains personnages historiques ont eu des destins hors du commun. Mais aucun, à mon avis, n'a eu le destin extraordinaire qui a été celui de Jeanne d'Arc.
L'origine religieuse de sa courte carrière publique est certainement un des facteurs qui ont le plus contribué à sa postérité mythique. On peut ne pas être croyant et estimer que les voix qu’elle a entendues, furent le fruit de son imagination. En tant que chrétienne, je ne le crois pas. Mais quoi qu’il en soit il est indéniable qu’on ne peut en aucun cas la suspecter de mensonge. Ce qui frappe au contraire c’est sa détermination, son obstination, la certitude qu’elle a eue qu’une mission lui a été confiée et le courage qu’elle a montré pour l’accomplir.
Et cette détermination a été en quelque sorte « contagieuse ». Comment comprendre, sinon en raison de la force de persuasion émanant de ses certitudes, que le dauphin et futur roi de France ait accepté, non seulement de la recevoir, de l’écouter mais surtout de lui donner les moyens de bouter les anglais hors de France ?
Comment expliquer que des chefs de guerre aguerris lui aient accordé leur confiance et suivi ses conseils tactiques ?
Il est clair que Jeanne d’Arc, qui ne savait ni lire ni écrire, était dotée d’une intelligence intuitive surprenante. Les minutes de son procès montrent à quel point elle a su répondre avec justesse aux questionnements tortueux de ses juges.
Sa mort fut pathétique. L’obstination du cardinal Winchester à faire disparaître toutes traces corporelles est cruelle et ridicule. Pouvait-il réellement penser que l’absence de sépulture ou de reliques pouvait effacer le souvenir de Jeanne, alors que de son vivant elle était déjà considérée comme une Sainte ?
Les siècles se sont écoulés et l’image de Jeanne est restée vivace, chargée de symboles. Elle appartient à jamais à l’Histoire de France et, sans doute à l’Histoire universelle.
Autor del articulo : Maria del Rosario S.
Comentarios
Publicar un comentario