Entre dos seres que se aman, o que desean amarse, o que desean mantener este amor, existe un profunda enfermedad: la duda.
La duda no es una característica psicológica. Es el resultado de una acumulación de pequeñas mentiras, por falsificación u omisión. La duda está en la naturaleza de todos, y creemos que esta característica es ampliamente compartida. Sabiendo que una persona es capaz de mentir, ¿cómo puede uno evitar pensar que si hay pequeñas mentiras, un deseo de secreto para las cosas pequeñas, también hay un mundo oculto de cosas que son serias, potencialmente destructivas para amor ? No hay ningún razonamiento capaz de eliminar esta duda, porque en cierto sentido es un silogismo: sé que me has mentido acerca de cosas que sé; así que debes haberme mentido sobre cosas que no sé (porque no sé todo); entonces continúa y seguirá mintiendo porque has demostrado que puede hacerlo. Lo que llamo pequeñas mentiras entre dos personas que se aman es, por ejemplo, esta afinidad que seguimos teniendo por las personas que decimos que hemos olvidado, estas son correspondencias cuidadosamente escondidas en los circuitos de una red social, estas correspondencias secretas se mantienen porque se dice que no son importantes (mientras que de hecho tienen una enorme importancia ya que están ocultas), es esta necesidad de esconderse o estar solo ( e) durante las conversaciones telefónicas, bloquear su teléfono por temor a las otras consultas, son estas reuniones las que se declaran amistosas y han ido más allá, son estos almuerzos de trabajo que duran seis horas, son las comidas regadas que concluimos como no deberían ser, es esta admiración la que no podemos ocultar, a las personas que solo ponen en celos de todos estos maravillosos atributos que les prestamos y que, yo, no tengo. Es, esta falta de apetito por el placer sexual en su dimensión en el amor, esta falta de espontaneidad de amor y gestos no meramente erótico, etc.
Ahora resulta que estas pequeñas cosas, o más exactamente, estas pequeñas mentiras son insuficientes. No le falta a la vida cotidiana (podemos vivir si somos indiferentes) sino lo que es la única contrapartida de la muerte: el amor. Por qué ? Porque la experiencia muestra que los placeres materiales, incluidas las aventuras sexuales, son efímeros porque cuanto más los poseemos, más queremos tenerlos. Lo único que vale es este intento de atravesar la barrera impenetrable que constituye el Otro, para atravesar una especie de invisibilidad de los pensamientos, sentimientos, objetivos y proyectos de la persona amada. Cuando existe tal complicidad, vale la pena vivir la vida porque la muerte se vuelve tan lejana que se cree (erróneamente) improbable.
El problema es precisamente en esta impermeabilidad. Y el drama que surge de este problema es que ninguno de nosotros, como sujeto pensante, puede resolverlo. Solo el amado puede intentar cruzar el puente que lleva al objeto hacia el sujeto, convenciéndose del horror del secreto y la mentira. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. ¿Tienes secretos para ti? ¿Por qué lo tendrías para aquellos que te aman?
Escrito con Amor para Patrick.
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