¿ ORIGEN O PRINCIPIO ?

En el lenguaje cotidiano a menudo confundimos las palabras "principio" y "origen". ¿Pero significan realmente lo mismo? Aquí no se trata de realizar un análisis lingüístico basado en la etimología o una estadística de usos (pasados o actuales) sino de tratar de comprender la complejidad y riqueza del concepto "origen".

Un simple ejemplo nos lo da el título de la famosa obra de Darwin El origen de las especies. ¿Cuál es el objeto del libro? No se trata de buscar el "comienzo" de las especies animales o vegetales, de descubrir la naturaleza del "primer ser vivo", sino de proponer una hipótesis que pueda explicar la transformación de las especies y, en consecuencia, su diversidad. En otras palabras, no se trata de reconstruir una cadena de fósiles sino de buscar rastros de las innumerables formas de vida.

Otro ejemplo, aún en el campo científico: la singularidad cosmológica que se llamamos Big Bang a menudo es presentado como el comienzo del tiempo y el espacio. Algunos incluso han querido ver el Fiat Lux del Génesis y la inesperada reconciliación de la fe y la ciencia. Ahora todos los cosmólogos (o casi) están de acuerdo en que no es el punto de partida de algo, sino el límite de los fenómenos que podemos explicar. El Big Bang no nos da una visión del camino que corre de la nada al ser, sino un conjunto de huellas de lo que han sido las transformaciones de lo existente durante unos 13.800 millones de años: las huellas de nuestro origen.

En psicología, ¿qué queremos decir cuando hablamos de alguien que está "buscando sus orígenes"? Excepto en casos especiales, no es una persona quien cuestiona el comienzo, es decir, la identidad de la madre que lo dio a luz (esta investigación genealógica en realidad sería la búsqueda de un comienzo). Pero lo que generalmente buscan estas personas, especialmente gracias al psicoanálisis, es la comprensión de sus singularidades, las huellas del pasado que iluminan algunos de sus rasgos de carácter.

También podemos transponer lo anterior al dominio sociológico o antropológico: a menudo hablamos de las características (reales o imaginarias) de esta o aquella comunidad de individuos (naciones, tribus, ciudades, minorías urbanas, etc.). La investigación en esta área no pretende identificar a un pueblo "primitivo" (es decir, primero) sino tradiciones, condiciones externas objetivas, mitos y religiones, hechos históricos, etc.  quien dejaron sus marcas.

El origen no se refiere a un "tiempo cero" sino a un conjunto de datos de todo tipo, que abundan como arbustos y no como una sucesión de puntos en línea recta. La ambición legítima de los científicos es dibujar ejes lineales coherentes que verifiquen el principio de no contradicción. Es perfectamente legítimo para ellos luchar por este objetivo. Se puede decir, de alguna manera, "hacen su trabajo" buscando principios rectores. Y este enfoque (al menos en Occidente) en realidad tiene hitos para cada rama de estas actividades de pensamiento (por ejemplo, Galileo, Newton, Buffon, Pastor, Freud, Levi-Strauss, etc.). Para todas las ramas? No. Hay al menos una (y no la menos) que resiste la linealidad: la filosofía. La filosofía me parece ser, por excelencia, la "ciencia" de los orígenes (en el sentido no arqueológico del término) porque se alimenta de huellas y de que ninguna de ellas llega a borrar otras: el pensamiento de Kant no reemplaza el de Descartes (mientras que el cielo de Copérnico definitivamente reemplazó el cielo de Ptolomeo), y el mismo Descartes no suplanta a Platón, como tampoco lo ha hecho Tomás de Aquino a su gran maestro Aristóteles. ¿Elegimos (podemos) elegir entre Voltaire y Rousseau? Ciertamente no. Ambas son ramitas en el arbusto des « Lumières ». Todos los filósofos (y por lo tanto todas las filosofías) son ramas imperfectas. ¿Por qué "imperfectas"? ¿Por qué esta restricción mientras (por ejemplo) Aristóteles y Kant estaban dotados de una inteligencia que no tiene nada que envidiar a la de Einstein? Porque todos se encontraron con dos obstáculos obvios. Por un lado, como todos los humanos, la finitud de su existencia lo que es común a todos los humanos. La muerte pone fin al pensamiento. Voluntariamente digo "pensamiento", en el sentido neurológico del término, y no "el alma" para no entrar en una discusión fundamental pero compleja, que requeriría un largo desarrollo (fundamental, porque se trata de decidir entre el cuerpo "cadáver viviente" o la complementariedad inseparable entre las funciones corporales y psíquicas, con todas sus consecuencias teológicas). El resultado es una primera imperfección vinculada a la naturaleza temporalmente limitada de su trabajo, que de hecho refleja el malentendido inevitable del futuro. El pasado es parcialmente conocido. El futuro solo puede ser sujeto de hipótesis. ¿Podría Agustín imaginar las futuras piras de la Inquisición? Ciertamente no. ¿Algo más de lo que Condorcet  podría prever que su siglo daría a luz a un Napoleón? ¿Podría Marx imaginar los crímenes de Stalin?

La segunda imperfección es que los filósofos eran hombres, por lo que también tenían huellas de su origen: infancia, educación, éxito y fracaso ... pero también sus pasiones. Todas las filosofías llevan en sí la vida de un filósofo.

Así, pues, son las sutiles huellas de origen: imperfectas pero llenas de sentido ; no reducible al análisis pero abiertas a la imaginación viva.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

Antonio Machado, Proverbios y cantares (XXIX)

Autor : Maria del Rosario Sanchez Rodriguez