“La muerte: un amanecer”
Un libro de Elisabeth Kübler-Ross
“La muerte: un amanecer” (ediciones Luciérnaga, 1989).
Elizabeth Kübler-Ross (1926-2004) estudió medicina y psiquiatría,
se especializó en estudios sobre la muerte y los cuidados paliativos. Trabajó
durante más de veinticinco años en los departamentos para los enfermos
terminales de varios hospitales de Estados Unidos.
Elizabeth Kübler-Ross |
Para Elizabeth, la muerte es un pasaje hacia otra forma de vida,
una experiencia casi idéntica a la del nacimiento; el paso a un nuevo estado de
conciencia.
La primera es el tema general: morir es nacer en otra forma de
vida. Eso parece obvio para un cristiano que sea realmente y consecuentemente
cristiano. Pero Elizabeth no se sitúa, o
no únicamente, en esta posición.
El segundo hecho a destacar en estas reflexiones es que la
autora no es una persona loca o visionara sino una científica, con toda la
razón y el conocimiento que necesita esta profesión y con veintiocho títulos
honoris causa en su haber.
El tercer hecho es que no se trata en este libro de teorías pero
sí de la experiencia de alguien que ha estado más de veinte años acompañando en
el momento de la muerte a miles de personas.
Para finalizar hay que destacar que lo que nos da este libro es
el concepto de un amor incondicional, total, sin ninguna exclusión ni
exclusividad. Un concepto tan raro y tan alejado de lo que conocemos en nuestra
vida cotidiana que es cuasi transcendental.
La primera es la muerte física y, dice, “es idéntica al abandono
del capullo de seda por la mariposa […] Desde el momento en que el capullo de
seda se deteriora irreversiblemente, […] va a liberar a la mariposa, es decir a
vuestra alma”.
En la segunda etapa el capullo de seda ha dejado de cumplir sus
funciones. Se pierde la energía física, viene la segunda energía que el hombre
puede manipular: la energía psíquica. Pero, para la autora, esta energía psíquica
no es una abstracción sin funciones ni percepciones. En esta segunda etapa “el difunto”
no está realmente muerto y recibe inmediatamente todas las noticias de lo que
ocurre alrededor de su cama o del lugar del accidente o suicidio. Está claro
que Elizabeth ha encontrado muchos escépticos; pero ella sostiene, con pruebas
experimentales, que el “difunto” recibe sensaciones extra corporales. Una
consecuencia es que “nadie puede morir solo”. De hecho, morir solo significa
morir alejado de los otros que queremos, que sea en el tiempo o en el espacio
(o los dos). Pero “tiempo” y “espacio” son cosas que solo pertenecen a la vida,
son “nociones terrenales”.
Para Elizabeth, la segunda etapa significa
encontrar a todos lo que hemos querido, que se hallen lejos o cerca, que sea o
no en el momento presente.
La tercera etapa, es un pasaje hacia otra forma de vida, una
fase de transición “totalmente marcada por factores culturales terrestres”.
Dice la autora: “Como yo soy de origen
suizo, pude atravesar una cima alpina llena de flores silvestres. Cada uno
tiene el espacio celestial que se imagina, y para mi evidentemente, el cielo es
Suiza, con sus montañas y flores silvestres”.
Después de la tercera etapa, se encuentra una luz de una
claridad absoluta y es como un cordón umbilical que se rompe. Ya no es posible el
regreso. “Frente a esta luz, os dais cuenta por primera vez de lo que el hombre
hubiera podido ser ”.
Vivís la comprensión sin juicio, vivís un
amor incondicional, indescriptible. Y en esta presencia, que muchos llaman
Cristo o Dios, Amor o Luz, os dais cuenta de que toda vuestra vida aquí abajo
no es más que una escuela en la que debéis aprender ciertas cosas y pasar
ciertos exámenes”.
De todo eso resulta, nos dice Elisabeth Kübler-Ross, que la
muerte no existe. Decir esto no resulta fácil de entender, porque la brevedad
de lo que llamamos “vida” es un hecho concreto que todos hemos verificado. El
problema, precisamente es saber lo que llamamos la vida o utilizamos las
palabras en el sentido de “contrario de la muerte”, o la utilizamos en el
sentido de una nueva etapa de la
situación del ser humano, no totalmente desconectada de la vida terrenal.
En esta última acepción se puede decir que
la muerte no existe. Lo que existe es el fin de un periodo transitorio y
obligatorio en la cual el hombre gasta su energía física y entra en un nuevo
estado animado y alimentado por su energía psíquica.
Está muy claro que esta transición entre un estado físico y un
estado psíquico no es algo que se puede entender sin escepticismo, salvo para
los cristianos y los musulmanes (aunque en este último caso el concepto no es
lo mismo. Para el musulmán, por lo que conozco, no se trata de la contemplación
de Luz en un estado de felicidad absoluto).
Negarlo todo, diciéndonos que Elizabeth prefirió la compañía de
estos miles de moribundos y al hacerlo dejaba su imaginación a su libre
albedrío.
Aceptarlo, diciéndonos que hay tantas cosas que no conocemos y
que no hemos experimentado, que no hay ningún motivo para negarlo.
Además, muchas personas que no son médicos, han experimentado
“algo especial” cuando están acompañando a personas que están perdiendo su vida
terrenal y particularmente cuando se trata de seres queridos. ¿Estamos
escribiendo sobre alucinaciones? Puede ser ¡Pero hay tantos testimonios!
Y sobre todo, hay algunos o tal vez muchos que fueron hasta el
umbral de la muerte y que, después de regresar a la vida que conocemos, han
hablado de una experiencia única y maravillosa, que cambiaron totalmente su
percepción de esta vida terrenal.
Dice Elizabeth: “Muchos de mi colegas piensan que este estado se
explica por una proyección de deseos, lo que parece lógico. [Pero] la mitad de
los casos de experiencias en el umbral de la muerte que hemos encontrado son el
resultado de accidentes brutales e inesperados, en los que las personas no
podían prever lo que les iba a suceder. […] Citaré el [caso] de unos de
nuestros enfermeros que perdió sus dos piernas a consecuencia de un accidente
en el que fue atropellado y el conductor se dio la fuga. Mientras se
encontraba fuera de su cuerpo físico incluso vio una de sus piernas en el
suelo, y fue perfectamente consciente de encontrarse en un cuerpo etéreo
abisalmente perfecto y tener sus dos piernas. No podemos suponer que este
hombre sabía de antemano que perdería las dos piernas y que su visión era solo
la proyección del deseo de andar de nuevo”.
De mayor importancia para Elizabeth es la presencia de “seres que les rodean, les guían y les
ayudan en el momento de su salida del cuerpo. Los niños pequeños les llaman con
frecuencia “compañeros de viaje”. Las iglesias les han llamado “ángeles de la
guarda”, mientras que la mayoría de los investigadores les llaman “guías
espirituales”.
Al final hay que tener en cuenta lo que decía al principio de
este artículo: Elizabeth es una científica. No puede aceptar sin pruebas cosas
tan extrañas. Entonces, observando que miles de personas tenían la misma
“alucinación” en el momento de su muerte, parte de su trabajo fue el de
elaborar procesos experimentales para alejar las dudas. Y por eso, nos relata:“la
mejor manera de estudiar este problema era sentarnos a la cabecera de la cama
de niños moribundos después de accidentes familiares”.
Entonces para tener experiencias místicas, no hay que sentarse a
los pies de un gurú en la India. Solo hay que liberarnos de todo lo que impide
la tranquilidad y la armonía: la ira, el miedo. Debemos aprender a aceptar nuestro
propio cuerpo físico, expresar nuestros sentimientos libremente “sin tener
miedo de que se rían de nosotros cuando lloramos”.
Pero lo más importante es aprender a amar incondicionalmente. No
hay que decir “Te quiero si …”. El “si”
impide desarrollar nuestro sentido del amor o nuestro sentido de la
autoestima.
"¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?"Aquí está el primero:Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios Con todo tu corazón, con toda tu alma. Con toda tu mente y toda tu fuerzaY aquí está el segundo: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que estos. "
"¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?"Aquí está el primero:Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios Con todo tu corazón, con toda tu alma. Con toda tu mente y toda tu fuerzaY aquí está el segundo: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que estos. "
Autor : Maria del Rosario Sanchez-Rodriguez
Quiero dedicar a los seres que he amado muchísimo y que, para mi quedaran a mi lado por los siglos de los siglos :
Quiero dedicar a los seres que he amado muchísimo y que, para mi quedaran a mi lado por los siglos de los siglos :
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